Leyenda mitológica
Los amores de Taita Imbabura
Juan Carlos Morales Mejía
Cuentan que en los tiempos antiguos las montañas eran dioses que andaban por las aguas, cubiertas de los primeros olores del nacimiento del mundo. El monte Imbabura era un joven apuesto y vigoroso. Se levantaba muy temprano y le agradaba mirar el paisaje en el crepúsculo.
Un día, decidió conocer más lugares. Hizo amistad con otras montañas a quienes visitaba con frecuencia. Mas, una tarde, conoció a una muchacha-montaña llamada Cotacachi. Desde que la contempló le invadió una alegría, como si un fuego habitara sus entrañas.
No fue el mismo. Entendió que la felicidad era caminar a su lado vislumbrando las estrellas. Así nació un encantamiento entre estos cerros, que tenían el ímpetu de los primeros tiempos y que se enviaban relámpagos como señal oculta.
-Quiero que seas mi compañera, le dijo, mientras le rozaba el rostro con su mano.
-Ese también es mi deseo, dijo la mama Cotacachi (Huarmiurcu), y cerró un poco los ojos.
El Imbabura llevaba a su amada la escasa nieve de su cúspide. Era una ofrenda de estos colosos envueltos en amores. Ella le entregaba también la escarcha, que le nacía en su cima.
Después de un tiempo, estos amantes se entregaron a sus fragores. Las nubes pasaban contemplando a estas cumbres exuberantes, que dormían abrazadas en medio de lagunas prodigiosas.
Esta ternura intensa fue recompensada con el nacimiento de un hijo. Yanaurcu (Cerro negro), lo llamaron, en un tiempo en que los pajonales se movían con alborozo. Después tuvieron dos hijas: Putujura y la Negra, que son los islotes de Cuicocha.
Mas, el monte Imbabura –con el paso de las lunas- se volvió viejo. Le dolía la cabeza, pero no se quejaba. Por eso, el más sabio de los montes, hasta ahora permanece cubierto con un penacho de nubes. Cuando se desvanecen los celajes, el Taita contempla nuevamente a su amada Cotacachi, que tiene sus nieves como si aún un monte-muchacho le acariciara el rostro con su mano.
Autor: Morales Mejía, Juan Carlos, Ibarra: destino de mar, Editorial Pegasus, 2021, adaptación de la investigación de Aníbal Buitrón sobre mitología de Imbabura.
Nota: Los lugareños afirman que el Imbabura es el único volcán que tiene un corazón, debido a la singular figura que presenta en su ladera.